CRONICA DEL TREKKING DEL SAHARA – ERG CHGAGA – ABRIL 2021.

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FOTO PAKO CRESTAS

Debo admitir que realizar este mes de abril (2021) el trekking de Erg Chgaga, en el Sahara marroquí de la zona de Zagora, me hizo una especial ilusión. Principalmente por dos motivos. El primero es que el viaje ya lo había tenido que aplazar 2 veces, una por falta de quórum y otra por el maldito covid que no me permitió realizarlo en Semana Santa del 2020. El segundo motivo era la participación de mi buen amigo Antonio “Mochila”, un incombustible enamorado de Marruecos. Un jovenzuelo de 80 años que en esta ocasión venía acompañado de su hija Teresa y su nieta Miriam. Tal como decía Teresa, “una verdadera bendición de Dios, poder compartir este viaje”.

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Fue un viaje atípico, como todos los viajes que he realizado con la pandemia aún azotando el mundo (y con este ya son 7 desde diciembre). Miles de dudas de los pocos participantes que al final tienen el coraje de venir, miles de dudas de los múltiples participantes que al final deciden no venir, un millones de dudas por parte del Ente Organizador, que soy yo en el personaje encargado de “Juan Palomo … yo me lo guiso, yo me lo como”

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Pero al final, aunque somos pocos, tiramos adelante este viaje íntimo e irrepetible. Ya he tenido la enorme suerte de conocer el TREKKING DE ERG CHGAGA, hasta el momento el trekking más bonito de todos los que he realizado por el desierto y ya no lo repetiré como grupo abierto, tan solo lo organizaré para “peticiones a la carta”: (ver aquí CLIKCAR)

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Llegamos a Ouarzazate a altas horas de la noche, en un avión pequeño, casi vacío. De estos de vuelan a poca altura. Es una lástima que los vuelos a Ouarzazate desde Casablanca siempre los he hecho de noche, porque con este tipo de avión que apenas vuela a unos 6mil metros, la visión que uno debe tener del Atlas nevado debe ser, simplemente, espectacular.

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Al día siguiente nos levantamos y llueve ligeramente… Lluvia en Ouarzazate? … “Solo hoy” me comenta Antonio, el resto de día un poco de viento. Curioso ver llover en un lugar tan sumamente árido. Nubes grises sobre los parajes lunares previos a Zagora. Gris sobre gris. Una especie de película desdibujada al discurre más allá de las ventanas del autobús, entre duermevelas.

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Iniciamos el trekking en la pequeña población de Ouled Driss y rápidamente encaramos nuestros pasos hacia el norte y luego hacia poniente, con un viento que, sin ser violento, si que a veces resulta un poco desagradable. Nos da la bienvenida un Sahara neutro, desapacible. Viento es arena, es polvo, es poca visibilidad. Tiene ciertas sintonías con los vientos helados que levantan la nieve, solo que aquí no hace frio y que la arena crea un poso más tosco y molesto. Acabas masticándola. Por algo en Sahara es el mayor océano de dunas del planeta Tierra, del cual somos efímeros inquilinos.

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El primer día es suave, apenas 10 km mal contados. Acampamos en una zona de dunas bajas y con cierta vegetación. Tras la cena caemos derrotados, yo al menos. El viaje del día anterior, las pocas horas de sueño, el trajín de micro bus, la caminata de tarde…. Qué bien que se duerme en de desierto ¡!!! Sobre todo cuando uno se siente protegido por la crisálida de la tienda y fuera ulula en siroco. Parece que llueve, pero no…. Es el ruido de la arena que impacta con la lona.

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La segunda jornada del trekking hacemos una larga travesía, llegando a superar los 30 quilómetros. Sin duda el día más largo y exigente. Por fortuna el viento ya no es tan fuerte, aunque en ningún momento desaparece del todo. Esta jornada es bastante variada, por la mañana discurre aún entre zona de pequeñas dunas donde encontramos pozos de agua donde curiosos dromedarios observan estos extraños transeúntes de colores que somos nosotros. Comemos en una pequeña fortaleza de adobe, donde nos podemos proteger del viento y evitar que la suculenta comida que nos preparan nuestros guias quede cubierta por una sutil capa de arena. Tras una siesta más que reparadora iniciamos la larga travesía de un páramo horizontal, infinito, llena que pequeños guijarros redondos, moldeados por los tiempos más ancestrales. Si alguien quiere imaginarse el prototipo más fidedigno de lo que podemos denominar “Tierra de Nadie”, es este lugar. Me recuerda la sensación que he tenido al cruzar los helados lagos y mares del ártico…. Infinito, pasos que parecen yermos, distancias que parecen no tener fin…. ¿Sensación de libertad? ¿Sensación de insignificancia? Quizás ambas cosas sean lo mismo.

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Por fin, tras la larga travesía de la Tierra de Nadie, llegamos a otro mar de dunas. Estas ya casi sin vegetación. La estampa típica del desierto…. Un pozo sin agua, un árbol solitario que nos cobija y a su vera, el campamento. Por segunda noche dormimos plácidamente fruto del cansancio. ¡Que gratitud darle reposo al cuerpo tras un día tan intenso de camino interior!!!

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El tercer día, por fin, es más tranquilo. Como el viento aún está presente, menos intenso pero a siempre con ese puntito de “incordio”, acampamos ya al mediodía en una especie de vaguada protegida por las dunas y al pie de otro “árbol coraje”. Tarde de calor, donde no sabemos si es mejor estar al cobijo de la sombra tórrida de la tienda o bajo el amparo del árbol protector. Por la tarde recogida de leña. Tras la cena hoguera y cánticos bereberes… Nos llegan mensajes de whatsapp. Han cerrado el espacio aéreo y tendremos problemas para volver. A nadie parece importarle demasiado… ahora estamos aquí y aquí estamos en el ahora. Concentrémonos en las danzas, en las estrellas, en la protección de las ajenas dunas.

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El cuarto día llegamos ya a la zona de Erg Chgaga, un mar de dunas enorme, el de mayores proporciones de Marruecos, superando en envergadura el famoso, turístico y archi conocido sistema de Erg Chebbi. Antes de llegar a las altas dunas pasamos dos páramos bien diferentes entre ellos. Primero una especie de gran avenida de agua seca. No hay rastro del preciado líquido, pero si los testimonios de los estragos realizados en la vegetación, que en su día fue arrancada de cuajo por una enorme y bíblica avenida de las aguas, fruto de una tormenta de proporciones inimaginables. El segundo tramo de la aproximación es un páramo verde, casi exuberante. Una especie de oasis sin laguna. Entre ambos parajes un espejismo en toda regla. En el horizonte se dibuja claramente un lago inmenso, azul. Casi que nos llega la fragancia del agua fresca y cristalina. Hasta que se desvanece al aproximarnos para convertirse en una altiplano gris, vacio, muerto.

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Por la tarde subimos a la gran duna. Ya estamos en la deseada y buscada Erg Chgaga. Un regalo para los sentidos. Pasamos unas de aquellas horas de nuestra vida que sabemos que retendremos para siempre en la retina de nuestras memorias. Cada uno a su manera se empapa de este lugar mágico, de este momento mágico, de este colofón a una travesía “cinco estrellas más una”. Ahora recibimos nuestro trofeo, nuestro premio al ver sido lo suficientemente intrépidos de haber venido a este fin del mundo en plena pandemia. Estamos “SOLOS”… absolutamente “SOLOS”. El Sahara nos pertenece. Hemos visto un desierto similar al desierto que apreciaban los beduinos hace 100 años. Hemos visto un desierto son una solitud tal que, por un momento, hasta casi nos hemos creído ser un pequeño granos de arena eternamente transportado por el incesante viento.

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Puesta de sol en lo alto de Erg Chgaga, bajamos al campamento donde llegamos con la noche ya cerrando las siluetas infinitas del paisaje sahariano. Última noche en el desierto. Nos sentimos, nos creemos, nos  sabemos afortunados.

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El quinto día nos vienen a recoger, larga vuelta en 4×4 al punto de partida…. Luego microbús, Ouarzazate… y la segunda parte de la aventura… la odisea de salir de un país que ha cerrado el espacio todas las comunicaciones con el tuyo… pero eso, eso ya es otra historia que en ningún momento podrá arrojar ni la más mínima sombra de amargura sobre los días pretéritos. Erg Chgaga y su mágico atardecer nos pertenecerá hasta que lleguemos a nuestro último suspiro.

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Viaje realizado en abril del 2021 junto con Antonio Aragón, Teresa Aragón, Miriam Prieto, Ferran Agustí, Eva Oller y los guias Hassan, Mohmad y Houssain.

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