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Sin lugar a dudas una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida ha sido compartir la Gran Travesia del Atlas, del M’Goun al Toubkal, con mi hijo Dídac que para esas fechas (julio 2018) contaba con 13 años.
De tal palo, tal astilla. Mi hijo estuvo todo el momento a la altura de las circunstancias, con buen ritmo, en buena forma. Quejándose un poco, como es normal … y descubriendo mil y uno estímulos que de bien seguro le marcarán para el resto de su vida. El viaje es el mejor aprendizaje posible, y por suerte puedo inculcar el mismo a mi propio hijo.
¿Qué hace un padre a llevar a su hijo a realizar una travesia como esta? – me repetía a modo de sorna cada dos por tres. ¿Qué te he hecho para que me hagas esto?
- Te quejarás … le respondía yo de manera inmediata … si tu abuelo me hubiese llevado a vivir una experiencia como esta, a tu edad ….
Este era nuestro mantra diario, una mezcla de cinismo que es marca de la casa.
La Gran Travesia la separamos en tres fases bien diferenciadas. Primero la travesia O-E del M’Goun, de la cual podéis buscar la correspondiente crónica en el blog. Segundo la parte intermedia entre el M’Goun y el Toubkal, donde descubrimos los dos el Atlas más genuino y auténtico, fuera de los circuitos frecuentados por los montañeros turistas occidentales. Por último la travesia O-E del Toubkal, donde coincidimos con un segundo grupo que nos acompañó en el trayecto final y donde volvimos a coincidir con las montañas frecuentadas por montañeros turistas mayoritariamente europeos.
Cuando empezamos la travesia en el pueblo de Tabant tenía marcado en el GPS el waypoint de la cumbre del Toubkal. Este tema se convirtió en una especie de juego. Cada día veríamos cuanto avanzábamos en línea recta hacia el destino final de la travesia. El Toubkal. En fecha 26 de junio, al iniciar la jornada, nos quedaba a 148,3 quilómetros en línea recta y al finalizar la jornada a 143,1 quilómetros. Estas mediciones nos servirían para hacernos una idea de la distancia porcentual recorrida, si bien al contar la misma en línea recta no dejaba de ser algo anecdótico, puesto que al final de la travesia realizamos 274 quilómetros y 630 metros.
El 27 de junio no pudimos rebajar distancias, puesto que al subir y bajar al M’Goun volvimos a pernoctar en el mismo lugar, en las proximidades del refugio de Tarkeddit.
El 28 de junio hicimos la travesia del refugio de Tarkkedit para descender de la meseta del M’Goun a los poblados situados a poniente de la majestuosa montaña. Dormimos en las afueras de Tasgaïwalt, donde nos situamos a 131,6 quilómetros en línea recta de nuestro destino final.
El 29 de junio fue el último día que compartimos con el primer grupo y llegamos a la pequeña población de Aït Ali N Ito, en la cual estábamos a 113,7 quilómetros en línea recta del Toubkal.
El 30 de junio fue el primer día en que Dídac y yo nos quedamos solos con el guía Hussein y los dos muleros, Lahzen y Ibrahim. Empezaba nuestra aventura intima. Padre, hijo y una gran travesia muy poco conocida y frecuentada ante nosotros. Suerte que Hussein, persona inteligente donde las haya, no dudó en ningún momento, y sin necesidad ni de mapas, ni de GPS ni de ninguna reseña o ayuda documental, nos llevó siempre por el lugar correcto.
El 30 de junio fue una jornada relativamente corta. Tras dejar atrás en M’Goun las montañas pierden fuerza y altura, les falta ímpetu, pero entre redondeadas sierras se esconde un Atlas genuino, auténtico, ancestral. Pasamos por la población relativamente grande de Magdaz, remontamos el collado de 2.470 m de altura y dormimos en las afueras de la perdida población de Tagoukht, al lado de una Fuente y una diminuta balsa alimentada por la misma. Esta tarde Dídac empezó a descubrir una realidad paralela, cuando vio que en el pueblo habían niños de unos 7 u 8 años abriendo zanjas de tierra; al acercársele un niño pequeño que tímidamente le besó la mano y salió corriendo y al pedirnos una mujeres campesinas que recogían la cosecha en el campo una vendas o gasas para curarse de una herida aún abierta en el dedo. Dídac, en un arrebato de solidaridad quiso darles el botiquín entero, sin reparar que el mismo podía ser de vital importancia para nosotros. Un instinto solidario fuera de dudas que seguramente ha heredado de los genes de su madre.
Por la tarde otra nueva experiencia que conmocionó a mi hijo. Sin previo aviso de una de las cazuelas sacó la cabeza una gallina. Hussein rápidamente puso una piedra encima de la tapa para que el animal no marchase. – ¿Papa, y esa gallina? … pues no se hijo, creo que va a ser la cena … Más tarde el guía y los muleros repetían una y otra vez que la gallina había escapado y que retornó al pueblo, pero estaba claro que la carne que acompañaba la cena nos hacia sospechar seriamente de la presunta fuga.
El hecho de que la jornada fuese corta tenía una explicación de pudimos comprender al día siguiente. Más allá de este valle ya no habían más pueblos. Teníamos por delante una jornada y media sin cruzar ninguna otra población. En Tagoukht había una tiendecilla, pero Dídac y yo no acertamos a descubrirla hasta que no nos acompañó Ibrahim. El secreto era bien sencillo, la tienda estaba cerrada y no tenía ninguna rotulación que la distinguiera del resto de casas del pueblo. El amo de la tienda solo habría a demanda, puesto que los clientes potenciales eran los mismos habitantes del pequeño pueblo al que todos conocía. Es absurdo en ese caso permanecer todo el tiempo con la tienda abierta, seguro que nosotros éramos los únicos “clientes atípicos” o foráneos que venían a comprar en meses. Este primer día de la segunda fase de la travesia dormimos a 106,6 Km en línea recta de nuestro destino.
El 1 de julio, con el cambio de mes, realizamos una de las jornadas más bonitas, largas y solitarias de la Gran Travesia. Remontamos varios collados hacia el oeste y de pronto descubrimos la gran montaña tricolor del Jebel Anrhomer, de 3.607 m metros de altura.
Al traspasar uno de los numerosos collados hicimos una pausa en la cual nos comimos unas naranjas de aspecto poco “ortodoxo” pero de una gran sabor. El aspecto externo de las mismas y su fuerte sabor natural hizo que mi hijo no supiese qué estaba comiendo, con lo que me preguntó con la mayor naturalidad … ¿papa, que es esto? …. Naranjas, hijo, son naranjas … le respondí, consciente de que quizás fuese la primera naranja completamente natural que tomaba en su vida.
De hecho esta jornada consistió en aproximarnos a la curiosa y solitaria montaña para flanquearle por su vertiente sur e ir a dormir ya tras la línea de caída de la cumbre principal, más a levante, en el mágico, remoto y escondido lago de Tamda donde hicimos noche. Sin duda este fue uno de los mejores lugares de acampada de la gran travesia.
Por la tarde, a orillas del lago, jugábamos a tirar piedras ovaladas para que rebotasen en el agua cristalina y dibujasen unos cuantos saltos antes de sumergirse. Un juego antaño común entre los niños, que hoy pasan demasiado tiempo frente a las pantallas e internet. Este fue otro tema de aprendizaje para Dídac. Matar el tiempo de manera lúdica solo con la ayuda de piedras ovaladas y la superficie nítida de un lago remotísimo.
El lago de Tamda. Uno de los pocos lagos naturales de la cordillera del Atlas. Un lugar único. Disfrutamos de una tarde tranquila, perdidos en el fin del mundo. Estamos a 91,7 quilómetros en línea recta de nuestro destino. Hoy el avance ha sido considerable.
El 2 de julio realizamos otra jornada completamente diferente a las anteriores. Tras dejar atrás el lago iniciamos un largo y constante descenso. Al traspasar un altiplano Lahzen e Ibrahim intentaron cazar una ardilla a pedradas. “Para la cena” comentaban. Al final capturaron un ejemplar pequeño que liberaron sin más. “demasiado pequeño para comer”, era la clara explicación.
Más tarde pasamos por un rio salado, tramos del cual presentaban tanta sal que parecía que el suelo estuviese cubierto bajo una fina capa de nieve. A mida de bajamos junto al rio la vegetación de hacía más exuberante y de los árboles colgaban centenares de flores rosas.
Al llegar a las poblaciones de Tighza y alrededores el calor ya era insoportable. Habíamos perdido mucha altura y se notaba. Al llegar a Anmiter encontramos el restaurante donde planeábamos comer cerrado a cal y canto. Improvisamos aquí un transporte por carretera hasta Télouet, haciendo un poco de “trampa”. No obstante la fuerte calor y la longitud de la jornada bien justificaban esta pequeña ayuda motorizada.
Télouet es una población relativamente grande. Allá nos pudimos relajar entre bares y tiendecillas, hasta ver parte de una partido de futbol del mundial (por mucho de tanto a mi hijo como a mí nos importa un rábano el futbol) y también visitamos la imponente Cashba. Este día dormiríamos a 69,2 quilómetros en línea recta de nuestro destino. La larga caminata y el auxilio del tramo motorizado habían ayudado a dar un empujón definitivo restando quilómetros de distancia al Toubkal, aún lejano e invisible para nosotros.
Esta noche Dídac dormirá feliz. Por fin una cama con colchón desde que empezamos a realizar la Gran Travesia solos. Se siente afortunado de dejarse caer sobre un colchón tras varios días durmiendo en el suelo. Yo estoy tan acostumbrado a ello que casi ni noto la diferencia, pero mi hijo aún tiene la piel fina es este aspecto. Confío que, si quiere seguir mis pasos, ya cambiará, más le conviene.
El 3 de julio también realizamos una jornada larga y sumamente variada. Salimos con un calor considerable a primera hora de la mañana desde las proximidades de Télouet. Vimos aquí un alacrán. Un venenoso escorpión que nos recordó que toda precaución es poca y que hay que ir especialmente alerta por estas montañas áridas y secas.
A medida que discurrió la jornada ganamos altura, con lo cual el calor dejó de apretar hasta el punto que fue sustituido por una fuerte viento en las alturas. A mediodía descendimos hasta traspasar la carretera N-9 a la altura de una restaurante, donde Dídac pudo disfrutar de un momento mágico para él: UNA PIZZA DESDE QUE EMPEZÓ LA TRAVESIA !!!
Por la tarde ascendimos a los cultivos de Afra, donde disfrutamos de uno de los mejores atardeceres en un lugar que también transmite una magia especial. Este altiplano es una zona rica en cultivos y agua, y lo explota una verdadera mancomunidad. Los vecinos son los propios co-propietarios. Aquí y allá vimos gente trabajando hasta que la penumbra se cernió sobre la montaña.
A partir del cruce de la carretera dejamos atrás el Atlas Central para entrar en la zona del Alto Atlas. Se nota de manera radical en las formas de las montañas. Dejamos atrás las cumbres completamente redondeadas y de suaves líneas, para ver de nuevo cresterios, paredes y vertientes agrestes.
Voy tomando nota de posibles futuros proyectos alpinísticos en la zona. Paredes vírgenes que en invierno pueden resultar sumamente interesantes para la escalada. Cada loco con su tema. Hoy dormiremos a 57,6 quilómetros de nuestro destino.
El 4 de julio descendemos al pueblo de Afra, se ve una comunidad relativamente rica, con una bonita mezquita en el corazón de la población. Hoy seguimos el curso del rio, pasando por entrañables pueblos como Assadesse para finalizar en la ribera del Oued Zat, en las proximidades del pueblo de Azgour, donde descansamos ya a mediodía.
Hoy es una jornada corta, de tránsito, casi de descanso. Por la tarde aprovechamos para bañarnos en el rio, perecear, hacer colada. Poco a poco nos acercamos a nuestro destino final, hoy dormiremos a 51,0 quilómetros en línea recta de la cumbre del Toubkal.
El 5 de julio Dídac se despierta con un poco de malestar. Quizás es la excusa para subir un rato encima de la mula, se moría de ganas. Más tarde por suerte el malestar se desvanece. Hoy realizamos una bonita travesia por campos altos. Verdes, de vegetación alta y exuberante. Al medio día paramos frente a los Azibs de Adarza donde sus pobladores realizan una fiesta. Están celebrando el inicio de la temporada de verano. Durante 3 meses habitaran estas tierras altas y fértiles con sus rebaños y campos de labranza.
Por la tarde traspasamos el collado de Talat n’Iferd y en la lejanía ya contemplo montañas que me son comunes, como el Angour, aunque el Toubkal aún queda oculto tras elles. La calima tampoco no permite una adecuada visualización, pero poco a poco diviso tierras ya conocidas.
Acampamos en una zona indeterminada del valle por el cual hemos iniciado el descenso. Cerca del primer punto de agua. Tarde tranquila. Hoy la jornada ha sido larga. Dormimos a 38,2 quilómetros en línea recta del Toubkal.
El 6 de julio volvió a ser una jornada relativamente tranquila, mayoritariamente de descenso. Tras traspasar una arista empezamos a encontrar poblaciones relativamente grandes como Ouigrene, para llegar más tarde al asfalto a la altura de Imi-n-Taddert.
Desde aquí continuamos por la carretera hasta la turística población de Ourika donde haremos noche en un albergue – hotel. Dídac puede disfrutar otra vez de una colchón y de una cama, pero no de la pizza, a pesar de que vamos a una “pizzeria-tratoria” donde se acaba tomando un tajín al lado de una foto de la deseada pizza.
Por mucho de buscamos y rebuscamos ningún establecimiento le sirve pizza o hamburguesa. El único que promete dar el servicio abre sus puertas al público al día siguiente. Yo también me quedo sin la deseada cerveza. También me habían dado falsas esperanzas.
Ourika es un pueblecito muy agradable, con multitud de restaurantes y buenas gastronomía local. Hay muchas terracitas con sillas multicolores puestas justamente dentro del lecho del rio, que permite estar comiendo o bebiendo algún refresco mientras uno tiene los pies dentro del agua. Un buen antídoto para el calor estival.
Por la tarde vagabundeamos por el pueblecito. Cae el único aguacero de toda la travesia, una corta y repentina lluvia de tan solo 5 minutos que crea más bochorno que refresco. Tal como cae al suelo se evapora sobre el asfalto. Falsa alarma, continua el tiempo seco y cálido. Descansamos, nos hidratamos, miramos tiendecillas, pero sin pizza para Dídac ni cerveza para mí. Habrá que esperar a Marrakech. Hoy dormimos a 29,2 quilómetros de línea recta de nuestro destino final.
El 7 de julio resulta ser una jornada 100% montañera, dura, larga … nos alejamos de la comodidad de Ourika y subimos, subimos, subimos, para perdernos por altos y profundos valles.
Por la tarde pasamos por el pueblo de Amenzel, el pueblo más remoto de toda la travesia. Ninguna pista llega a él, solo un camino. El pueblo vecino más cercano al cual sí que llega una vertiginosa pista, está a unos 3 horas de marcha a pie o mula y requiere remontar dos collados. Estamos a casi 2.400 m de altura. Quizás sea también el pueblo más alto del Atlas.
Por la tarde nos adentramos aún más en el valle que parece ser interminable. Acampamos cerca de unos azibs y aprovechamos la gran cantidad de leña seca para hacer una buena hoguera. Sorprendentemente, aunque tengamos la sensación que estamos lejísimo de todo, poco a poco van acudiendo a la zona de acampada pastores y lugareños que deben habitar en los azibs dispersos por el monte.
Al poco hay una verdadera comunidad alrededor del fuego. Cuando Dídac se va a dormir degüellan a un cabrito. Mañana comeremos cordero, especialidad de la cocina bereber. Hoy dormimos en una zona alta y sumamente entrañable. Estamos a 29,2 quilómetros en línea recta del Toubkal.
8 de julio. Ornada toda ella por alta montaña. Ya desde primera hora empezamos remontando el collado de Tizi n’Imchchki, donde por primera vez divisamos ya de manera incuestionable la silueta del Toubkal. El alto y enorme valle nos lleva por diferentes poblaciones de Azibs bajo la mastodóntica mole del Adrar Iferouane.
Esta montaña, de 3.996 m de altura (4 menos para ser un 4mil) antaño se sospechaba que era un 4mil más de la Cordillera. Me explica Hussein que los franceses del CAF hasta idearon crear un nuevo refugio en la zona. El tema no prosperó. Al final la montaña se vio irremediablemente expulsada del club de los 4miles y siguió con su calma ancestral. Poquísimas visitas, poquísimas ascensiones, a pesar de su aspecto bonachón y sus destacables dimensiones.
Al mediodía nos separamos de los muleros. Ellos van por una senda más larga pero a la vez más cómoda para las mulas. Al final de la jornada no nos encontramos en la zona prevista y subimos hacia el collado sin saber del todo cierto que los encontraremos.
Hussein, con su inteligencia con sobre dotes nos da otra lección magistral. Al ver las huellas en la tierra reconoce la suela del calzado de los muleros. … “Yo no sería capaz de reconocer mi propia huella” !!!. Por supuesto Hussein está en lo cierto y a últimas hora de la tarde encontramos los muleros y el campamento instalado en el lugar previsto, una elevada cabecera del valle de Assifn’Ououraine. Un lugar con todos los alicientes de la alta montaña marroquí. Allá mi hijo y yo disfrutamos de nuestra última noche con cierta intimidad. Al día siguiente se nos incorporaría el grupo con el que realizaríamos la parte final del trayecto, o sea, la travesia E-O del Toubkal.
Esta noche, a unos 3.000 metros, será la última que pasemos a gran altura, a la par de las primeras pernoctas en la meseta del M’Goun. Nos quedamos a tan solo 19,3 quilómetros el línea recta del Toubkal.
9 de julio. Hoy el día más corto de la travesia. Tan solo traspasamos el collado de Tizi n’Ououraine, 3.120 m, y descendemos por una serie de pequeños pueblos hasta Tissaldaï, donde esperamos casi todo la jornada al grupo que nos acompañará en la travesia E-O del Toubkal.
Acampamos en las inmediaciones de Tissaldaï y nos convertimos en la atracción de los niños del pueblo. Hasta cuando se hace de noche nos rodean con sus curiosas miradas observando con detalle todo lo que hacemos: dormir, hablar, comer …
Hoy dormimos a 9,8 Km del Toubkal y al día siguiente lo haremos en el Lago Ifni a 6,1 Km de la cumbre, el 11 de julio, por fin, conseguimos nuestro anhelado objetivo y completamos la Gran Travesia del Atlas. Una experiencia única compartida entre padre e hijo que con total seguridad ambos recordaremos todas nuestras vidas.
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