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Este final de julio del 2018 programamos un viaje un tanto exótico con la idea de dormir arriba de la montaña del Toubkal, montando un pequeño campamento en la cumbre. Al final, con una repentina baja de última hora, quedó todo en “pequeño comité”. Tenía claro que este viaje, como agencia de viajes, iba a ser una actividad puntual, una edición única y que no repetiría, por lo que a pesar de la falta de “quorum” continué con el plan establecido.
Una conferencia que tenía comprometida me hizo volar un día más tarde que el resto del grupo, lo que me comportó ni más ni menos que subir en la misma jornada desde Imlil a la cumbre. Además el vuelo del día anterior me depositó en Marrakech ya a las 12 pasadas de la madrugada, con lo que no pasaron ni 20 h entre el aterrizaje del avión hasta coronar la montaña.
A todo ello se juntó que un repentino constipado me mermó físicamente. Las malditas corrientes de aire del verano, los aires acondicionados … en fin, que empecé a caminar bajo un calor de justicia, solo, cargado, tras pocas horas de dormir y un buen catarro por las inmediaciones de Imlil, pasando por Aremd y observando en la lejanía, tras una atmósfera saturada de polvo y sequedad, la lejanísima montaña del Toubkal, casi a 2.500 metros más de altura del punto donde había dado mis primeros pasos.
Por suerte una tira de recursos y de dosificar bien descansos. Zumos de naranja en los chiringuitos, saludar a uno, saludar a otro… ¿Qué tal Pako? ¿Qué tal la familia? ¿Qué tal el hijo? … y Imik imik (* “poco a poco” en bereber) superando el ya viejo conocido camino.
En el refugio de Toubkal me reúno con el resto del equipo. El guía Mohmad, el buen amigo Isma, Santi y los dos porteadores que llevaran el cocina – campamento a la cumbre: Hulk y el increíble Hulk. Comida rápida y sin mayor demora ellos parten hacia la cumbre. Yo decido dormir un poco, mirar de recuperarme del catarro que me tiene medio consumido, hacer una siesta y subir luego, de nuevo al ralentí.
Bonita subida disfrutando de la soledad, de la tarde. Tranquilo, sabiendo que el resto del equipo es 100% autónomo. Cerca de la cumbre, en el collado, me encuentro con ellos. Isma, el muy animal, ha subido con BTT. Todos han llegado a la cumbre, se han esperado un rato y al ver que el viento no arreciaba han decidido perder un poco de desnivel y montar el vivac en el collado.
Yo aprovecho las últimas luces para subir a la cumbre. Isma de acompaña. Una atardecer precioso, de aquellos que demuestran que la belleza salvaje y genuina de la naturaleza a veces la puedes observar sin más filtros, conocerla, darle nombre y apellidos.
Al llegar al campamento vivac casi ya es de noche. Es alucinante. Se han subido una bombona de butano, la cocina, una tetera enorme, unos cuantos litros de agua, una olla a presión y una enorme cacerola para la sopa y nos han cocinado una deliciosa sopa y un Tajín…. Toma ya, a 4.000 metros de altura. Como si estuviésemos en el restaurante.
Dormimos al raso. Hotel de las mil estrellas. Por suerte el viento va amainando y con la noche avanzada cesa del todo. Una noche excelente. Fría sin ser helada. La altura se nota un poco, pero sin representar un problema. Un cielo nítido y estrellado. Una manera diferente de disfrutar de esta cumbre amiga, entrañable, cómoda, altiva, hermana… regalo de la existencia, que es el Toubkal y su séquito de cimas que forman la gran cordillera del Atlas.
Al día siguiente bajamos mientras la gran romería de montañeros y excursionistas asciende, estamos desayunando en el refugio, ahora le toca la mejor parte a Isma. La recompensa de haber subido con BTT, pues es disfrutar bajando con la misma. Actividad realizada a finales de julio del 2018 junto con Mohmad Azdour, Isma Antequera, Sito Campos.
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