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Tras pasar la noche de fin de año 2019-2020 entre las dunas de Erg Chebbi, iniciamos el trekking de tres días a pie por la zona. En un principio volvimos en 4*4 al hotel donde habíamos partido el día antes con las caravanas de camellos. Allá desayunamos y separamos los grupos. La gran mayoría regresaban de nuevo a Marrakech para dar por finalizadas las vacaciones, y unos cuantos afortunados nos quedábamos unos días más para continuar disfrutando del desierto de otra manera, a pie, sin prisas, sin aglomeraciones. Creo que más de uno de arrepintió en el último momento de no haber prolongado sus vacaciones para formar parte de esta fase de viaje.
Ya con un grupo reducido, 8 personas, contando guía, cocinero y el responsable de los camellos, orientamos nuestros pasos hacia el sur, orientación Argelia, dando la espalda a Merzouga y al grupo de dunas de Erg Chebbi.
La primera jornada discurre por una zona de pequeñas dunas, la mayoría de las cuales tienen algún registro de vegetación. De hecho comemos y luego disfrutamos de la siesta al pie de unos buenos ejemplares de árboles adaptados al clima árido de esta zona. Hace un tiempo ideal para realizar trekking, con una muy buena temperatura al sol y un frio traicionero a la sombra.
Antes de adentrarnos en la zona de pequeñas dunas pasamos por unas rudimentarias presas de cañizo, antiguas construcciones que se utilizan para retener o ralentizar el avance de las dunas, y que en esta zona ya están cerca del colapso.
Curiosamente pasamos por un campo donde afloran por doquier una especie de fruta que es una mezcla de sandia y melón. Más bien parece una versión diminuta de la primera. Nuestro guía y cocinero nos dicen el nombre del fruto en bereber, y nosotros, por supuesto, somos incapaces de retener el topónimo. Es un extraño fruto que no tiene ninguna utilidad práctica para el hombre, ya que no se come, lo que aún hace más inexplicable la gran proliferación de este fruto silvestre.
Finalizamos la jornada a cerca de las dunas de Znage, un bonito conjunto de dunas claras solitarias, donde uno tiene la sensación de estar bien lejos del parque de atracciones turístico en que se ha convertido Erg Chebbi. Al otro lado de las dunas está ya Argelia. Nosotros mañana realizaremos un cambio radical de la dirección de la marcha, para volver de nuevo a los pies de mar de dunas de Erg Chebbi, por su falda oriental.
El segundo día de marcha el terreno es de firme más bien pedregoso, como si un mosaico de pequeños guijarros estuvieran medio sepultando la tierra de las dunas, que sin la arena suelta ya no pueden ser consideradas como tal.
Es un terreno extraordinariamente cómodo para caminar. Vamos ganando altura y poco a poco los paisajes asemejan infinitos. Tras las dunas de Znage observamos unas curiosas montañas rocosas con esbeltas agujas. Ni el guía ni el conductor de camellos saben el nombre de esos lejanos pináculos, solo saben que forman parte ya de Argelia, que es zona de frontera.
Allá quedan lejanas, impasibles, desapareciendo lentamente tras la calima. Montañas enigmáticas donde seguramente hay buenas líneas verticales para descubrimiento y deleite de algún escalador – explorador.
Traspasamos un cordal en cuyo collado hay una antigua fortificación militar hoy en ruinas, es el Tizi Rmale. Al otro lado del collado hay la población de nombre homónimo. En realidad son tres núcleos diseminados. La mayoría de casa de adobe está ya en ruinas, sin techo, lo que da la sensación que cruzamos por un despoblado. Pero entre las ruinas hay casas que aún se mantienen en pie y están habitadas. Un lugar extraño y desamparado donde la vida, el día a día, debe ser extraordinariamente duro, simple y espartano.
Tras el pueblo de Rmale, y antes de llegar a las dunas de Erg Chebbi, pasamos por un páramo poblado por jaimas diseminadas de nómadas. Si las chozas de adobe se nos antojaban rudimentarias, las construcciones de tela de los nómadas parecen simples conjuntos de harapos. A pesar de la humildad reinante por doquier, no tardan en ofrecernos te y pequeñas galletas a nuestro paso. Esperan la pausa del raro caminante y de paso, con suerte, vender alguna baratija o recibir algunos dírhams en compensación por el té.
Acampamos en una zona conocida como Muche, al pie de las grandes dunas S.O. Del mar de arena de Erg Chebbi. Por la tarde subimos una de las dunas más altas y estéticas de la zona y disfrutamos de una puesta de sol única en el corazón del Sahara. Una gran recompensa para finalizar este segundo día, el ecuador de nuestro mini trekking por el desierto. Vertiginosa carrera de bajada por la ladera virginal de la duna. Que no se diga!!! Que aún nos queda algo de niños!!! Y lo reivindicamos con toda nuestra fuerza, energía y consciencia. Bendito elixir de la vida eterna, la infancia no robada.
El tercer día de trekking discurre por el corazón del mar de dunas de Erg Chebbi y ascendemos dos de las más grandes del límite sur. Una antes de comer y otra después de comer. El paisaje es realmente fascinante. Lástima que por doquier esté todo invadido de roderas de 4*4, quads y millones de huellas humanas. Se nota que hace tiempo que no sopla el viento con fuerza. Sin duda la gran diferencia entre las dunas de Zagora y las dunas de Merzouga es esta, las primeras están alejadas de la carretera y del núcleo de población y no están invadidas por los voraces consumidores del “desierto – parque atracciones”. Por contra las dunas de Zagora (M’Hizad Ighzlan) son más pequeñas y menos espectaculares.
Finalizamos el tercer día de trekking ya en el hotel de las afueras de Merzouga desde donde partimos. Concluimos una especie de triangulo en lo que se refiere a la forma de la trayectoria de nuestro recorrido.
Un trekking corto pero variado, la medida justa para disfrutar del desierto sin llegarse a saturar de los inconvenientes del mismo. Una bonita historia para descubrir y para repetir.
Actividad realizada junto con Sandra Map, Albert Sánchez, Jon Mikel Hurtado, Mohamed (cocinero), Mohmad Azdour y mi hijo Didac Crestas. Enero 2020.
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Autor: PAKO CRESTAS